¡Ay, joya de las Antillas,
Que brillas como una estrella
Que hubiera caído al mar;
Y entre tus ruinas destellas
Todas las mil maravillas
De una belleza sin par!
¡Qué prestancia, qué grandeza,
Qué condición imperial;
Pareces una princesa
Que aún se yergue triunfal!
¡Es tan grande tu prodigio,
Que no es la revolución
La que te obliga a morir;
Sino tu augusto vestigio,
Que no tiene parangón
El que se empeña en vivir!
Y hermosa, pero marchita,
Del maltrato y del olvido,
De ese monstruo que ha nacido
De tus entrañas benditas,
¡Ay, joya de las Antillas,
A quién ni siquiera humilla
La pobreza que te agobia,
Tu pareces ser la novia
De ese mar que a tus orillas
Embrujado se arrodilla!
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